En 2002, la banda escocesa The Delgados lanzó Hate, su cuarto álbum de estudio, un trabajo que los consolidó como una de las propuestas más sofisticadas y emotivas de la escena indie de principios de milenio. Conocidos por su sello Chemikal Underground y su compromiso con la independencia artística, la banda Glasgow ya habían mostrado ambición en The Great Eastern (2000), pero fue con Hate que abrazaron de lleno la densidad orquestal y la ironía emocional.
El disco, producido junto a Tony Doogan y grabado con la colaboración de un ensamble de cuerdas, muestra a la banda en un punto de equilibrio entre el pop barroco y el indie introspectivo. Canciones como “All You Need Is Hate” son casi manifiestos: melodías dulces envuelven letras que diseccionan con sarcasmo los lugares comunes del amor y el optimismo. Ese contraste entre arreglos bellos y lirismo oscuro es el corazón del álbum.
Emma Pollock y Alun Woodward se reparten las voces, alternando vulnerabilidad y frialdad, mientras el trasfondo orquestal eleva las composiciones a un tono casi cinematográfico. Piezas como “Child Killers” o “The Light Before We Land” —esta última utilizada en el anime Gunslinger Girl— revelan un grupo capaz de transformar la angustia en un mural sonoro de gran escala, sin perder la esencia indie que los caracterizaba.
En lo lírico, Hate es un disco mordaz y profundamente humano: habla de cinismo, de desilusión y de la imposibilidad de encajar en una realidad que exige optimismo forzado. Es un álbum que contradice su envoltorio sonoro —luminoso, expansivo, cargado de belleza— con un mensaje ácido, casi nihilista.
Aunque no alcanzó el éxito comercial de otras propuestas británicas de su tiempo, Hate consolidó la reputación de The Delgados como una banda de culto. Fue aclamado por la crítica como una obra mayor dentro del indie pop de tintes orquestales, y sigue siendo revisitado como un ejemplo de cómo la melancolía y la ironía pueden convertirse ser incómodo y hermoso a la vez

